El Gaviero
Transparencia y Orden Jurídico
Por Omar
Williams López Ovalle
El avance democrático de
México de las últimas dos décadas ha generado nuevos paradigmas que dan
fortaleza a la vida institucional de nuestro país. Uno de esos paradigmas es la transparencia
que, con la modernización de nuestra vida pública, hoy cobra carta de
naturalización y es un ingrediente sin el cual los mexicanos ya no
concebiríamos la vida como lo hacemos hoy.
Transparencia y rendición de
cuentas son instrumentos mediante los cuales se logra perfeccionar el estado de
derecho, porque en esencia combaten la corrupción y fortalecen las funciones
del Estado. Desde el punto de vista normativo, el modelo mexicano de
transparencia es uno de los más aventajados del mundo, sin embargo, la falta de
voluntad política en algunas esferas de gobierno, truncan la esencia misma de
combate a la opacidad.
En nuestro país, el
predominio del elemento político sobre el aspecto jurídico, ha trastocado en
muchos aspectos, la vida de los mexicanos y sin duda alguna ha debilitado la
visa institucional de las estructuras sociales reforzando esquemas de impunidad.
Persiste aún una acendrada
cultura de dirimir conflictos de forma
política, dejando a un lado la legalidad, cuando debería de ser al revés; el
adecuado cumplimiento de la norma da como resultado una vida institucional
ordenada y respetuosa de los derechos de las personas, en una palabra pues, da
entrada y cabida al estado de derecho, forjando lo que muchos teóricos llaman:
Cultura de la legalidad.
El reto fundamental reside
en el combate a la corrupción y la
impunidad que se han convertido en prácticas endémicas en el país. No hay una
definición unívoca del concepto de corrupción. Tiene diferentes significados en
las distintas sociedades. En todo caso la corrupción es un síntoma de que algo
va mal.
En el mundo entero hay
fenómenos de corrupción, pero en México la reproducción de ellos forma parte de
la vida cotidiana. En otras palabras, el
predominio de lo político sobre lo jurídico en México no sólo pervirtió el
funcionamiento de las instituciones componentes de un Estado de derecho, sino que
además generó una cultura contraria al respeto y sincera observancia de la ley.
La máxima de cumplir la ley porque es la
representación del interés general quedó sustituida por una idea común de que
el más hábil es aquel que mejor burla la ley.
Y no falta razón a esta
lucha maniquea en donde los malos parecen llevar la ventaja y pudieran ser
modelos a seguir, de ahí la importancia de seguir fortaleciendo nuestros
sistemas de transparencia, rendición de cuentas y el combate a la corrupción
como el camino más seguro para institucionalizar en el país una forma distinta
de convivencia social, pacífica y armónica.
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