lunes, 25 de marzo de 2013

El Bullying no es un Juego


El Gaviero

El Bullying no es un Juego

Por Omar Williams López Ovalle

-A Daniel y Pablo, en donde quiera que estén-

¿Qué pensamientos atormentan a un niño que decide quitarse la vida?

El 2 de noviembre del 2012 y el 12 de marzo de este año tienen algo en común: Dos niños, de 9 y 11 años determinaron y lo lograron, quitarse la vida.

Nadie estuvo cerca para evitar que se suicidaran. Nadie advirtió la gravedad en cómo estos dos niños percibían el mundo, su mundo. Ambos, en espacio y tiempo distantes, pero tan cercanos en su condición de infelicidad…

Daniel, de 11 años, acudía todos los días a su secundaria llevado por su madre y su comportamiento fue el mismo de un chico de su edad hasta que aparecieron los primeros signos de Bullying. Golpes en su cuerpo, uniformes rotos por los jaloneos de que era víctima y perdida de interés por ser feliz. A su madre siempre le ocultó gran parte del horror que debió de haber vivido al ser víctima de sus propios compañeros.

En una ocasión, relató su madre en un programa radiofónico, su hijo llegó a casa lastimado porque sus compañeros, aprovechando que su maestra llegó tarde a clases, lo cargaron y lo arrojaron de un primer piso. Daniel voló al vacío y ni este hecho grave fue motivo para que las autoridades del plantel tomaran verdaderamente cartas en el asunto.

Ya en reiteradas ocasiones la madre había reclamado a las autoridades del plantel la violencia de la que era objeto, sin embargo, el acoso nunca terminó. Incluso, relata su madre, a ella le costaba trabajo saber qué era lo que le sucedía a su hijo en la escuela porque Daniel nunca quiso preocuparla. Se enteraba por terceras personas del calvario que su hijo sufría sin que nadie hiciera algo contundente para evitar que fuera violentado.

Víctima de Bullying un dos de noviembre, Día de Muertos, en una extraña jugarreta del destino, Daniel da el paso y se quita la vida.

De Pablo, de 9 años, en realidad poco se sabe qué fue lo que sucedió con exactitud. Sólo los relatos que trascendieron en la prensa en los que daban cuenta de un niño solitario, abandonado junto con su hermano de 11, cuyos padres los dejaban solos para atender un negocio de comida y poder llevar el sustento al hogar.

Sin embargo, a pesar de que no hubiese detalles de lo que vivó previo a su determinación de quitarse la vida, no es difícil imaginar que el menor sufría con preguntas sin respuesta y con pocas ganas de vivir.

Daniel y Pablo son para nuestra sociedad, para nuestras autoridades, un fuerte y sonoro llamado a las conciencias para responder por estas dos muertes.

Debería ser una campanada para evitar que más personas opten por quitarse la vida y que este fenómeno, que ha cobrado mayor intensidad en los dos últimos años, casi duplicándose, todos tomemos cartas en el asunto y que no haya más Danieles y Pablos.

Padres de familia, pongamos mucha atención en nuestros hijos. Las autoridades escolares son las únicas responsables de lo que les sucede a nuestros hijos dentro de los planteles, ya sea escuelas públicas o privadas, pero afuera, nosotros seguimos teniendo esta gran responsabilidad.

¿Cuál va a ser nuestra respuesta como ciudadanos ante este problema?

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