lunes, 7 de mayo de 2012



El Gaviero

Los Debates

Por Omar Williams López Ovalle

Los debates presidenciales sin duda fortalecen les estructuras democráticas, impulsan el desarrollo de la democracia electoral y permiten estructurar una opinión más informada, que trascienden a la cultura de los spots.
Cuando un debate es serio, se convierte en un mecanismo poderosísimo de información para el ciudadano que lo presencia, permite que las posturas de los actores políticos se socialicen y contribuye a la formación de una verdadera opinión pública. Y tiene un impacto benéfico aún mayor cuando no sólo circunscribe a un contexto electoral y gira sólo en torno a las plataformas políticas de los partidos, sino cuando se discuten permanentemente los problemas de la sociedad.

El auge de los debates va de la mano con la aparición de la televisión y su papel como canal preferido para transmitir información política a los ciudadanos. Hace más de medio siglo John F. Kennedy y Richard Nixon, protagonizaron el primer debate televisado de la historia. El entonces joven senador demócrata y el colmilludo político republicano, vicepresidente, inauguraron una forma de competencia política que hoy parece una novedad en nuestro país.
En los textos clásicos se afirma que Kennedy ganó ese debate no porque hubiera planteado las mejores ideas políticas, sino porque se adaptó mejor al lenguaje televisivo, donde la imagen lo es todo. Los norteamericanos que pudieron escuchar el debate por la radio, dieron el triunfo a Nixon, pero quienes lo vieron por televisión, otorgaron sus preferencias a Kennedy.
El caso francés tuvo en 1974, cuando la tradición se había consolidado ya en América tras el legendario enfrentamiento entre Kennedy y Nixon. En aquella ocasión, Valéry Gircard D'Estaing y François Mitterand se sentaron frente a frente durante 1 hora y 40 minutos en un escenario entre pomposo y lúgubre.
En México, la figura del debate se instaló  en 1994, como producto de la transición y casi exclusivamente en  el contexto de la elección presidencial.  Desde entonces, en cada proceso para renovar la Presidencia de la República se han venido repitiendo esos encuentros, para muchos acartonados, que no terminan por despertar el interés del electorado porque hasta ahora, los participantes han evitado convertir estos encuentros en un espacio de confrontación de los diversos diagnósticos sobre la situación y necesidades del país, así como de las propuestas para enfrentarlas.

Es lamentable que los debates estén siendo deformados, desarticulados en su esencia, para convertirlos en un mero instrumento de estrategia electoral, de cálculo político, y no de discusión de cara al público de distintas posiciones políticas para la socialización de ideas y propuestas.
De esta forma, los mexicanos llegamos ya al cuarto debate presidencial cuyo tránsito parece haberse estancado, y como si no hubiésemos aprendido en todos estos años que la confrontación de ideas y propuestas, enriquecen la participación y la corresponsabilidad social.

No hay comentarios:

Publicar un comentario