El Gaviero
Democracia,
¿Para qué?
Por Omar Williams López Ovalle
La democracia es hoy una
tendencia de las sociedades modernas que busca instaurar un orden para el mantenimiento de regímenes de
libertades. Sin embargo, esas libertades
están acotadas por condicionamientos de carácter político, económico y
cultural. La democracia, pues, como sistema de organización política,
finalmente ni produce la libertad anhelada, ni la justicia, ni tampoco da de
comer, entonces, ¿porqué persistimos en generar fases democráticas?
Este tema es objeto de análisis,
discusiones y debates profundos en diferentes lugares, lo mismo en la cátedra
que al seno de organizaciones políticas y de organismos de la sociedad civil
preocupados por estudiar el fenómeno social. En todas las regiones del mundo,
hay ahora arduas batallas filosóficas y políticas tratando de explicar las
razones del porque, justo cuando más seres humanos viven bajo regímenes
democráticos o en vías de, es cuando más miseria persiste y más infelicidad
reina en la humanidad.
Solo para documentar un elocuente
ejemplo: uno de los argumentos esenciales que los promotores del uso de la
alteración genética de los alimentos, para aumentar el volumen de comida a
costos más bajos y con el elevadísimo precio de alterar el orden natural de las
cosas, fue precisamente que los alimentos transgénicos acabarían con el hambre
en el mundo, pero la realidad es otra, los alimentos son cada vez más escasos,
su precio más elevado, por ende, menos accesibles para millones de habitantes
en el mundo.
La democracia, la tan anhelada democracia, se ha instalado en
muchas regiones del mundo, pero ni la justicia, ni la paz, ni la concordia, ni
el bienestar, ni los beneficios de los adelantos tecnológicos han llegado para
todos. No existe pues un referente
concreto por el cual hoy las naciones deban persistir en instaurar o avanzar en
acabar estos modelos, simplemente porque no existe una garantía de respeto a
las libertades individuales de las personas.
Las sociedades cuyos modelos
democráticos son más acabados, enfrentan serios retos para la sustentabilidad
del esquema de organización política, social y económica. Las manifestaciones
de inconformidades sociales van en creciente y la gobernabilidad se
reduce.
En el caso de México, el modelo
de transición esta, como cada seis años, a prueba. El mundo verá con sus
propios ojos el regreso de un partido político que gobernó por décadas después
de la Revolución y vuelve a gobernar con un modelo cada vez más acotado por los
límites constitucionales, para muchos, una camisa de fuerza, para otros, su
regreso consolidará los profundos cambios iniciados incluso hace más de 20 años.
Independientemente del partido que gobierne, el reto consiste en construir o fortalecer, según sea
el caso, los cimientos necesarios para asegurar la estabilidad de la
construcción democrática.
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